El poemario ELECTRICIDAD ESTÉTICA ha sido, ante todo, un viaje vital que culmina con la eclosión de la crisálida. Y este proceso ha consistido más en hallar que en buscar, asumiendo mi condición humana de interrogante, al comprender —y disfrutar— de la inviabilidad de poder desvelar la pregunta en sí. INTERROGANTES que se pliegan filosóficamente hacia dentro y poéticamente hacia fuera conformando, poco a poco, una trenza de alivio existencial que se expande con el vuelo de la mariposa. Y es que es un verdadero gozo descubrir que nuestra MANCHA es nuestro don. En el esparcimiento de su tinta gravita la voz ancestral que reclama ser vivida en este efímero prólogo de luz; la mancha es la tinta milagrosa que materializa la belleza. Pero la BELLEZA y su mancha están pervertidas en estos tiempos peinados por la laca del artificio del «no ser». Y ese ser «no ser» es una declaración de guerra hacia uno mismo y, cuántas veces, hacia los demás. Puro desamor…

¡La mancha es la seducción estética de lo no predecible! La mancha nos define y es lo que tenemos en común con todos los demás, y, sin embargo, no permitimos que la inercia de su estímulo nos lleve a su encuentro. Algo no cuadra... La mancha quiere contarnos cosas que tienen que ver con todo esto, pero no tenemos tiempo para escuchar. Demasiado ruido, quizá. Demasiada herencia ciega. Y es que la luz desgastada de la historia necesita del amor de tu propia luz consciente para poder sobrevivirse y brillar con la dignidad que se merece.​ El AMOR, compañeros, solo nos salvará el amor.